Por qué 18 minutos de tu día pueden hacerte mejor que el 95% de las personas ¿Qué pasaría si te dijera que eso es todo lo que necesitas para superar al 95% de las personas en cualquier habilidad? Con 18 minutos de esfuerzo enfocado y constante cada día, puedes convertir pequeños momentos en un enorme progreso.
Por Rogers Healy
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¿Te sobran 18 minutos extra al día?
¿Qué pasaría si te dijera que eso es todo lo que necesitas para ser mejor que el 95% de las personas en cualquier habilidad?
Suena bastante alcanzable, ¿verdad? Apostaría a que pasas más de 18 minutos desplazándote por TikTok, revisando tu correo electrónico o pidiendo tu tercer matcha del día.
18 minutos al día suman 100 horas al año. Eso son 100 horas de práctica intencional que pueden transformar un conjunto de habilidades.
Hay un ingrediente más para que esta dedicación dé frutos: la consistencia.
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La pregunta del millón: ¿Cómo mantenerte enfocado durante esos 18 minutos todos los días?
La vida pasa. Las distracciones se acumulan. Los días se llenan de actividad, el cansancio aparece y, de pronto, ese compromiso diario ya no parece tan manejable. Esforzarte y mantener la disciplina es clave, pero sin una base sólida, los compromisos se desmoronan. Al fin y al cabo, somos humanos.
Un día que fallas se convierte en dos. Luego, en una semana. Y antes de que te des cuenta, estás de vuelta en el punto de partida.
Vamos a desglosarlo y descubrir cómo mantenernos constantes. Créeme, he estado ahí, pero con el tiempo también he aprendido algunos trucos que hacen más fácil seguir el plan.
1. Que sea innegociable
¿Quieres ser constante? Trata tus 18 minutos como una cita que no puedes cancelar. No ignorarías una fecha límite, así que ¿por qué tratar este compromiso de forma diferente? Agéndalo, reserva ese tiempo y protégelo.
Elige un horario que te funcione —por la mañana, en tu hora de descanso para comer, antes de dormir— y hazlo un hábito diario. Pon una alarma, agrégalo a tu calendario o escríbelo en una nota adhesiva si eres de los que necesita ver las cosas por escrito (como yo).
Esperar el "momento perfecto" es una trampa. Ese momento rara vez llega. Solo empieza.
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2. Súmalo a un hábito que ya tengas
Una de las mejores formas de hacer que algo se mantenga en el tiempo es unirlo a un hábito que ya tienes. Esta técnica, llamada habit stacking (apilamiento de hábitos), ha sido un cambio total en las reglas del juego para mí.
Definitivamente no inventé el método del habit stacking, pero invitaría sin duda a cenar a quien lo hizo. Tengo una larga lista de preguntas… y aún más agradecimientos.
Piensa en tu rutina diaria. ¿Tomas café todas las mañanas? ¿Te estiras antes de dormir? ¿Paseas al perro? Usa ese momento para incluir tus 18 minutos.
Practica un nuevo idioma mientras preparas tu café, escucha un pódcast educativo camino al trabajo o haz flexiones mientras esperas que se caliente la ducha.
Pequeños cambios generan un gran impulso. Puede sonar difícil, pero vivir sin estos hábitos también suele serlo.
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3. Lleva un registro de tu progreso
El progreso es lento y constante, lo que hace difícil notarlo en tiempo real. En una época en la que esperamos gratificación instantánea (te estoy viendo, Instagram), cuesta trabajo tener paciencia cuando no vemos resultados inmediatos.
Por eso es esencial registrar tu esfuerzo.
Pon una X en un calendario, usa una app para seguimiento de hábitos o usa una libreta, como yo. Ver cómo se acumulan esas marcas es motivador. Podrás ver lo lejos que has llegado en un mes, dos o un año.
Un consejo profesional: la mayoría de las personas se enfoca en el panorama general y se olvida de celebrar las pequeñas victorias. Lo he dicho antes y lo diré de nuevo: las pequeñas victorias son GRANDES victorias.
4. Deja de pensarlo
Pensarlo demasiado mata el impulso. Hace poco escuché la frase parálisis por análisis por primera vez e hizo todo el sentido. ¿Has visto a un venado paralizado por las luces de un auto? Es exactamente esa energía. Entiendes a lo que me refiero.
El perfeccionismo hace que muchas personas crean que cada sesión de práctica tiene que ser revolucionaria o súper productiva. No es así. Algunos días te vas a sentir motivado, y otros solo cumplirás con el hábito casi por inercia.
Y está bien.
La clave es presentarte de todas formas. El progreso ocurre haciendo, no esperando a que llegue la inspiración.
Dato extra: constancia no significa perfección. ¿Fallaste un día? Retoma al día siguiente. No dejes que un tropiezo te saque del camino.
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5. Encuentra un compañero que comparta la responsabilidad
Tener a alguien que te acompañe en el proceso es una arma secreta.
Cuéntale a un amigo, familiar o mentor sobre tu meta y pídele que te dé seguimiento. Saber que alguien más está al tanto hace que sea más difícil fallar.
En mi experiencia, ser fundador o emprendedor puede ser solitario. Las metas no compartidas se sienten abrumadoras. Rodéate de personas que te impulsen a seguir adelante… y devuélveles el favor.
Te ahorro años de lecciones difíciles: es mucho más divertido ganar en equipo.
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6. Divide tu meta en objetivos pequeños
Un objetivo de 100 horas puede intimidar. Un sándwich de 100 kilos también. Entiendes a lo que me refiero.
Mi mamá siempre dice: "Un día a la vez". Esa frase se me quedó grabada. ¿Siempre la aplico? No. Pero es un recordatorio de que desglosar las cosas hace que la vida sea más manejable.
Establece hitos. Un día a la vez suma. El progreso se siente más alcanzable cuando te enfocas en el siguiente paso, no en la meta final.
7. Abraza el esfuerzo
Habrá días en los que simplemente no tengas ganas. Estarás cansado, distraído o sin motivación. Como dije antes: somos humanos. Aquí es cuando te digo: hazlo de todos modos.
Sigue apareciéndote — sobre todo cuando hacerlo sea difícil. Esos son los momentos que más cuentan.
8. Celebra los logros
Este es uno de los puntos en los que sigo trabajando constantemente. Cuando alcances un gran hito, date un segundo para reconocerlo, aunque seas de esos a los que no les gusta detenerse. Es fácil saltar directo a la siguiente meta, pero el progreso merece ser celebrado. Lo entiendo: darte una pausa puede sentirse antinatural cuando tienes una mentalidad de avanzar sin parar. Pero créeme, vale la pena.
Como padre, lo he aprendido de primera mano. Celebramos los momentos más pequeños con mis hijas por pura alegría.
¿Primeros pasos? Magia pura.
¿Fiesta de cumpleaños número tres? Confeti por todos lados.
¿Cena deliciosa? Aplausos incluidos.
Cuando tienes hijos, te das cuenta de que los momentos pequeños son los más grandes. Y siempre vale la pena celebrarlos.
¿Sabes qué? Esa misma energía aplica a todo. Los logros pueden parecer más pequeños cuando estás formando un hábito, aprendiendo algo nuevo o persiguiendo una meta, pero importan igual. Esos momentos, uno sobre otro, son los que alimentan el impulso.
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La tortuga gana la carrera
La Regla de los 100 no se trata de darlo todo durante un corto periodo de tiempo para terminar agotado. Se trata de presentarse con constancia, dedicar tiempo cada día y dejar que, con el tiempo, el progreso se acumule. Sin pensarlo de más. Sin esperar el momento perfecto. Solo haz el trabajo.
La Regla de los 100 es simple: toma esos 18 minutos y empieza a construir. Recuerda, Roma no se construyó en un día.