La palomita azul y la democratización de la verificación Desde que tiene precio, la palomita azul ya no es exclusiva. Descubre cómo esto cambió el juego en las redes sociales y si vale la pena pagar por ella.
Por Raúl Fierro Editado por Eduardo Scheffler Zawadzki
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Durante años, la palomita azul fue un símbolo de status en redes sociales y eso está cambiando ahora que se puede pagar por ella. Como estuve mucho tiempo en marketing político, te voy a contar un secreto: la verificación siempre ha tenido precio. Lo puedo decir ahora que ha desaparecido Twitter México. La diferencia es que antes costaba decenas de miles de dólares en publicidad, relaciones públicas, menciones en medios y hasta fraudes.
La mayoría eran genuinas. Pero por cada celebridad verificada, aparecía un completo desconocido con la insignia, que descartaba todas las fórmulas para obtenerla.
Por ejemplo: el Instagram de Coras, un equipo de segunda división, fue verificado hace siete años y hasta la fecha sigue sin postear nada. En contraste, Rafa Márquez fue Capitán de la Selección Mexicana en cinco Mundiales, ganó la Champions con el Barcelona y no verificaron su cuenta hasta tres años después de que se retiró.
El perfil de Maria Luisa Albores —con 50 seguidores— fue verificado en 2018 a los pocos días de haber ocupado su primer cargo público. En ese momento, ya había pasado un sexenio desde que Felipe Calderón dejó la Presidencia de México y su Instagram todavía no tenía la palomita.
Esto no sólo pasaba en política y futbol. El proceso era igual de oscuro para influencers y marcas. Originó un mercado negro donde se vendían cuentas ya verificadas y estafadores que ofrecían supuestos servicios de verificación a precios exorbitantes.
La exclusión podría parecer normal para un latino acostumbrado a ver cómo el ingreso al antro lo decide un personaje en base a estereotipos de apariencia o fama, pero todavía recuerdo mi sorpresa hace años, al ver que en Canadá todos hacían fila y entraban en ese orden.
Hay que celebrar la democratización de la verificación. Lo que ayer era para unos pocos, hoy es para todos. Lo complicado se hizo fácil; lo enigmático, transparente; y lo caro, accesible.
Es un ganar-ganar para todos: las plataformas facturan por algo que antes se quedaba en los bolsillos de defraudadores. Los usuarios tienen por primera vez el poder de decisión, además de claridad en lo que obtienen a cambio de su dinero. Aunque los beneficios no son tantos ni tan atractivos, es parecido a ser cliente "Premier" en el banco. Te atienden primero, tus comentarios y publicaciones tienen más visibilidad y tienes acceso a algunas funciones antes de que salgan al público. Algunos pueden notar también un ligero incremento de ego.
Para mí, lo más importante es que desaparecerán los piratas que, con tu nombre y fotos, suplantaban tu identidad para pedirle dinero a tus seguidores.
Ahora el debate será si vale la pena pagar la suscripción. Para un creador de contenido que genera clientes en redes, regresarle $8 o $15 dólares a la plataforma es un negociazo. Para el usuario promedio que sólo consume contenido, puede que no tanto.
Pero no te quedes con la duda. Pruébalo, y si resulta que —como todo lo que una vez deseaste— se quedó corto a tus expectativas, lo cancelas el próximo mes. Lo que sí te puedo decir, es que tu vida no cambiará con una palomita.
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