El poder de elegirte a ti mismo: liberando tu potencial en la era digital Hoy existen plataformas y herramientas para alcanzar a una audiencia sin intermediarios. Aun así, no siempre nos animamos a hacerlo.

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El patrón se repetía una y otra vez: para poder participar era necesario que primero alguien te eligiera. Sucedía en la primaria, cuando antes de un partido de futbol en el recreo, los "capitanes" escogían a aquellos que conformarían sus equipos. Lo lógico era que eligieran primero a quienes consideraban como los mejores. A los veloces. A los fuertes. A aquellos capaces de meter el gol del triunfo en el último minuto.

Los que no éramos ágiles, goleadores o determinados a la hora de defender, nos quedábamos hasta el final (ya lo he dicho: yo era el peor portero del mundo) esperando, a veces con vergüenza, a que alguien se apiadara de nosotros.

Pero eso no solo sucedía en los deportes. También pasaba en el ámbito artístico, en el académico y en el laboral.

¿Querías el protagónico en la obra de teatro de la preparatoria? Necesitabas hacer un casting para convencer a alguien de tu talento.

¿Una beca académica? Demostrarle a un par de personas que tenías la capacidad y el promedio suficiente para merecerla.

¿Publicar una novela? Enviar tu manuscrito a una editorial para que alguien decidiera creer en ti y la eligiera.

¿Ese atractivo puesto de trabajo? Atravesar una serie de entrevistas y exámenes hasta que alguien decidiera que eras el indicado.

A nuestro alrededor había decenas de guardianes resguardando las puertas que podían conducirnos a otro nivel; estaban ahí para garantizar que solo entraran los elegidos.

El poder estaba en manos de las empresas, las productoras cinematográficas, los periódicos y las editoriales.

Eran ellos, a través de esos ejecutivos previamente seleccionados, los que determinaban a quién se le daba una oportunidad.

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Y las oportunidades eran escasas.

Aquellos que no encajábamos en su concepto de talento, en sus gustos o en sus géneros teníamos que esperar —desesperados— hasta renunciar a nuestros sueños al comprender que no teníamos lo necesario para ser los elegidos.

Un día las cosas cambiaron.

De pronto la tecnología se transformó en disrupción y el peso de esos guardianes comenzó a verse disminuido.

Cada persona se convirtió en un medio de comunicación en potencia. Las redes sociales y medios digitales nos brindaron la oportunidad de comunicarnos directamente con nuestras audiencias potenciales sin necesidad de que un tercero nos diera permiso de hacerlo.

Aparecieron plataformas para entregar nuestros contenidos de manera directa a aquellos que (según nosotros) los considerarían relevantes. Composiciones musicales, poemas, canciones, cortometrajes, novelas, fotografías, animaciones, memes, ideas de negocio, proyectos sociales y sueños compartidos entre los creadores y sus audiencias.

Claro, esta dinámica implicaba nuevas reglas y diferentes retos (vaya que es complejo domar al algoritmo, el cancerbero de nuestros tiempos) pero erosionó esa dinámica en la que solo eran unos cuántos los que elegían lo que los demás verían.

Y, aun así, no nos damos cuenta.

Sobre todo (pero no solamente) los que pertenecemos a la Generación X y los baby boomers vivimos bajo la sombra de esa estructura. Desdeñamos los formatos de autopublicación y autodistribución sintiendo que no tienen el mismo peso que lo presentado por una editorial, una compañía productora o una discográfica. Seguimos esperando como cuando éramos niños en esa cancha de futbol, a que alguien nos señale y nos diga que nosotros somos los elegidos.

Vivimos esperando a que alguien nos valide y nos dé permiso de triunfar, cuando en realidad de lo que se trata hoy el juego, es de elegirnos a nosotros mismos; de confiar en nuestras palabras, imágenes, música, ideas y proyectos para compartirlos con el mundo y que este decida, sin terceros de por medio, si valen o no la pena.

La tecnología y las plataformas para alcanzar a las audiencias ahí están, esperándote. Hoy la pregunta clave es si confías en ti mismo y en lo que estás haciendo.

Si la respuesta es afirmativa: ¿qué estás esperando?

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Eduardo Scheffler Zawadzki

Entrepreneur Staff

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